POLICIAL
LOS CASOS DEL  COMISARIO CROCE
RICARDO PIGLIA (Anagrama - Buenos Aire
s)

Al pie de la página 157 de Antología personal (Fondo de Cultura Económica, 2014) se lee: “Los tres relatos incluidos en este apartado forman parte de una serie en preparación que tiene como protagonista al Comisario Croce”. Esos tres relatos son El Astrólogo, La música y La película. El protagonista había nacido a la narrativa pigliana en la novela Blanco nocturno (Anagrama, 2010), policial gauchesco al que se referencia de manera constante en el recién editado Los casos del comisario Croce.

Pero, ¿quién es Croce? Un hombre de campo que “anda metido siempre en misterios y asuntos ajenos”, “el mejor investigador de estas provincias, famoso por sus métodos nada tradicionales de descifrar los enigmas que le planteaba la realidad”. Rastreador, con una gran capacidad de observación, opera mediante asociaciones, se detiene en el detalle irrelevante, combina perspicacia y coraje, “intuición poética con exactitud matemática”, practica “el arte de la adivinación” y se hunde en la turbia realidad hasta que, huyendo de la dictadura, se pierde en tierras uruguayas.

Plagado de intertextualidades que remiten a libros propios y ajenos, Los casos del comisario Croce pueden aludir a Los siete locos (donde, a la manera en que Borges da muerte a Fierro en El fin, le imagina un final al personaje de Arlt) o a su propia Tesis sobre el cuento, de Formas breves. A partir de aquella anécdota de los cuadernos de notas de Chejov se construye el argumento de El jugador, que el autor ya había ensayado ligeramente en un pasaje de La ciudad ausente.

Mixturando crítica, autobiografía y ficción, cruce desde el cual edificó gran parte de su obra, Piglia introduce en estos doce cuentos reflexiones teóricas sobre un género que cultivó como lector, editor y escritor: “¿Expresión de qué sería el relato policial? De nuestros temores, pero también de nuestra decisión de ser más valientes y más decididos”.

Los cuentos reinciden en el almacén de los Madariaga (lugar de encuentro social mítico, al estilo del bar de Arispe en Briante), el agua, la mujer, el lenguaje (“la cárcel del lenguaje”), el peronismo, la pampa (“la irritante quietud de la llanura”, “siempre igual a sí misma”) y los pueblos de provincia, y conjeturan acerca de la existencia del crimen perfecto (la utopía del género policial, y también su negación).

“Vas a terminar escribiendo Los casos del comisario Croce, vos”, le dice un personaje a Renzi, hacia la mitad de Blanco nocturno. “No estaría mal”, le responde él. Bravo es el apellido de ese personaje. Bravo tenía razón. Renzi también.

Hernán Carbonel

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